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Hoy en Zumba... Capítulo 11

1) Llego a la ciudad deportiva con la sensación más agridulce que he tenido en mi vida. Anteayer me pasé todo el día llorando, mucho más incluso que cuando ponen en la tele la película “Megatiburón contra Crocosaurio” o “Megatiburón contra Pulpo Gigante”. Bueno, también suelo llorar mucho con la película “Princesa por sorpresa”. Creo que soy muy sensible a las princesas y a los megatiburones.

2) Te estarás preguntando por qué tengo esta sensación agridulce. Por un lado estoy con una conmoción positiva que me remueve todos los órganos internos y saca de mí los mejores palíndromos. ¡Hoy regreso a zumba después de toda una semana sin clase! Esa es la parte dulce; el regreso. “The return”, como se dice en lenguaje cinematográfico. La parte agria se debe a que el martes no hubo zumba. Me puse tan triste que, como decía, estuve llorando todo el martes y también parte del miércoles. Para dejar de llorar tuve que ir a Decathlon, comprarme ropa deportiva de chica y hacerme un selfie. Verme en el selfie como una princesa, con un parecido extraordinario a Anne Hathaway, es lo que me calmó.

3) Y ahora viene la pregunta incómoda. ¿Por qué no hubo clase el martes? Bueno, es más incómoda la respuesta que la pregunta. Desde que escribo novelas y soy medio famosillo, no me gusta hablar mal de los políticos ni dar la imagen de un votante cabreado. Me he vuelto un experto en diplomacia y en equidistancia. Nunca se sabe lo que un político puede hacer por ti y por tu literatura. Por eso hace tiempo que no me cago en ningún político. Ahora bien, yo, por mis clases de zumba, tengo instintos más sanguinarios que los que tiene Belén Esteban por su niña.

El martes fue un día festivo de Carnaval. Al ayuntamiento de Santa Cruz, no contento con cerrar los comercios en su ciudad, no se le ocurre otra cosa que poner festivo en todos los putos municipios colindantes y no colindantes. ¡Los muy psicópatas han petado todos los pueblos de Canarias de martes festivo! Creo que cuentan con el apoyo del cabildo y de la comunidad autónoma. La razón de expandir su festividad se debe a que quieren que todos los vecinos de otros municipios que no son Santa Cruz vayan al puto Carnaval de Santa Cruz. ¡Y seguro que cogieron un martes 13 para joder más! O sea que mi monitora de zumba y las otras chicas se habrán tomado el martes como festivo para poder ir al Carnaval de Santa Cruz por invitación expresa de su alcalde. Por eso me cago en el ayuntamiento de Santa Cruz, en el alcalde, en los otros alcaldes, en los presidentes del cabildo y de la comunidad autónoma, en la monitora de zumba y en todas mis compañeras de zumba. ¡Ah! También me cago en los jóvenes musculosos y en mi Vecino el de la Cara de Búho, quienes seguramente también se fueron al Carnaval en vez de venir a la ciudad deportiva.

4) Miro a la chica de recepción, pero le niego el saludo. Ella es la que tiene la llave de la ciudad deportiva. Ella tiene tanta responsabilidad como el alcalde de Santa Cruz o como la monitora de zumba.

5) Llego al torno con las dos rodillas temblequeando. Soy incapaz de mantener la verticalidad. Es por la emoción, queridos amantes de estos relatos titulados “HOY EN ZUMBA…”. No se trata de baja forma ni nada de eso. Al contrario, he aprovechado todos estos días libres para practicar. Gracias al vídeo pirata del jueves pasado, cuya nitidez es mejor de lo que podría esperarse, he podido ensayar algunos pasos. Además, cuando me apetece, puedo deleitarme con las estremecedoras notas de “Tubí-tubí, tubí-tubá” y de “Zum, zum, zum, zum”. En ese vídeo también salgo yo, pues la clase de zumba tiene un gigantesco espejo de lado a lado y nos vemos reflejadas todas nosotras. Me he encontrado con algunas personas, gente que ha leído alguna de mis novelas, que me han pedido ver las imágenes y yo se las he enseñado amablemente. Sí, querido lector. Suelo ser una persona muy amable con aquellos que han leído alguna de mis novelas.

6) La monitora me ve entrar y se me acerca.

-¿Qué tal los Carnavales, Carlos?

-Pues… Yo no soy de las que bajan el martes a Santa Cruz. Prefiero quedarme en casa viendo vídeos. Así que un poco aburrido porque este martes me rompieron la rutina –acuchillo.

La monitora pone cara de poema y se va a trastear el aparato de música.

7) Las Chicas están muy sonrientes. Se ve que lo han pasado tan bien en Carnavales que no les importa la clase de zumba. Están hablando de sus ridículos disfraces y de sus patéticas resacas. Y lo hacen a carcajada limpia. ¡Son de la peor calaña! Me entristece mucho estar rodeado de gente tan desalmada.

8) Me fijo bien en las Baby Zumba. Tienen restos de maquillaje en la cara. Estas dos ni siquiera disimulan. Dejan claro que prefieren los Carnavales antes que el zumba. Perdono a las Baby Zumba por su edad universitaria. Las Baby Zumba me generan sentimientos compasivos y nostálgicos porque me hacen recordar a mi alumnado. Yo suelo ser compasivo y nostálgico con mis exalumnos, quienes suelen sufrir los maltratos de los profesores más hijoputas y cavernícolas.

9) Empiezo a hiperventilar justo cuando comienza la clase. Ver a mis compañeras tan festivas y carnavaleras me pone furioso, pero también me genera ansiedad. Creo que estamos en un momento de la evolución de la humanidad en el que ya no se respetan los valores ni los pasos de peatones ni las ancianas. No hay compromiso, no hay acatamiento por aquella actividad en la que te has apuntado y por la que estás pagando. A esta gente se ve que le sobra el dinero. ¡Estoy en medio de un grupo de niñatas yuppies que no valoran el sacrificio de ganarse la vida! Y yo cada vez hiperventilo más.

10) Hago unas respiraciones para tranquilizarme y me pongo a bailar. Hoy tengo poco que contar, porque mi concentración no está centrada en el aula. Está en las almas perdidas de mis compañeras. Me estoy planteando seriamente dejar estas clases de zumba. Igual me apunto en una academia de Santa Cruz. Al fin y al cabo, Santa Cruz es quien fija los calendarios y los festivos, e igual desde allí puedo presionar para que los políticos no sigan cometiendo atentados contra la forma física.

11) Con el “Tubí-tubí, tubí-tubá” lo doy todo para demostrar que no todas hemos perdido el tiempo en Carnavales. Me revoluciono como una folclórica. Doy cinco pasos por cada paso de mis compañeras. Me muevo tan rápido y tan grácil que parezco una boa constrictor imperator. Todas me miran con caras extrañas. Yo sonrío sarcásticamente. Me gusta sonreír con sarcasmo cuando quiero chinchar a alguien.

12) De repente, la manzana que me comí antes de venir empieza a darme vueltas y vueltas en mi estómago. El reflujo me llega hasta los pólipos nasales y empiezo a pasarlo mal. Necesitaría Rhinomer. La sensación se mezcla con mi cabreo y me dan ganas de escupir encima de alguna persona humana. Miro a las chicas. No sé sobre cuál me apetece más escupir. Estoy dudando entre Compi-Zumbi y la que tiene pinta de más carnavalera.

Quiero aclarar al inquieto lector que Rhinomer es agua de mar metida en un bote que se compra en las farmacias.

13) Con un esfuerzo titánico, más propio de un superhéroe que de un escritor muy delgado, me contengo. Los contadores de relatos no deben expresar estas ganas repentinas de escupir sobre las personas humanas. Aunque realmente tengas ganas de escupir o de vomitar, eso no se debe relatar. Pero en mi caso, como prima la meticulosidad, pues me reafirmo en mis apetencias. Ahora bien, no voy a escupir de verdad. Solo es un deseo.

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