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Hoy en Zumba... Capítulo 14

1) Hoy es un día demasiado especial. Hoy estrenamos mes y estrenamos zumba después de un durísimo proceso gripal que me ha mantenido apartado de las clases y del teclado. En estos días de cama he navegado tanto con el móvil que he terminado pidiendo cita a mi oftalmóloga. El móvil es el principal enemigo de mis ojos. Pero la parte buena es que he avanzado un subnivel (dentro del nivel “torpeza”) en instagram. Mis exalumnos usan mucho instagram. Yo suelo moverme por donde ellos se mueven, pues es mi manera de mantener mi mente joven y actualizada.

2) Llego a la ciudad deportiva con una idea que me está volviendo loco. Se trata de una situación que me genera una paradoja en mis esquemas mentales. Cuando una paradoja me ataca los esquemas mentales, me dan ganas de vomitar. Las ganas de vomitar están amplificadas por la resaca gripal, que tiene pinta de alargarse. Por cierto, una exalumna se enteró de que yo tenía gripe. No sé cómo corren tanto las noticias en estas islas.

3) Querido lector, voy a explicarte de una vez esa idea que me vuelve loco. Veamos. El próximo día 8 de marzo está convocada una huelga feminista de mujeres. Sí. No te estoy engañando. Puedes entrar en Google y entrecomillar “8 de marzo huelga”. La idea de esa huelga es que solo se manifiesten mujeres. No es que se excluya a los hombres, pero, para darle toda la visibilidad a la mujer, se pretende que los hombres hagan el trabajo sucio. Los hombres tienen que cubrir a las mujeres en el trabajo, hacer las tareas que ellas hacen… Esas cosas. Por ejemplo, si tú eres hombre y tu chica quiere ir a la huelga, el 8 de marzo tienes que hacer sus tareas y las tuyas. Y a tu compañera de trabajo, dale sus clases, ocupa su caja registradora, atiende a sus clientes… Lo que sea. Creo que me he explicado, ¿verdad? Ahora vamos a lo que vamos, que me estoy desviando.

4) La paradoja. Hoy es primero de mes. Hoy tengo que pagar la mensualidad de marzo. El día 8 hay una huelga. ¡¡¡Y cae un jueves!!! Se me ha ocurrido animar a todas las compis para que nos unamos a esa huelga. Yo sí que podré ponerme en huelga y manifestarme. Al menos en horario de zumba, pues en horario de zumba soy chica. Al ser chica podré tener pancarta. Por cierto, en el punto “6” contaré una pequeña anécdota sobre lo que acabo de decir. ¿Dónde entra la paradoja? Muy sencillo. El precio de la mensualidad. ¿Me descontarán de la cuota mensual la ausencia de un día de zumba ya que se trata de una causa mayor? En mi trabajo soy un activista que lucha para que mis compañeros permitan a sus alumnas ir a la huelga en libertad y les cambien las tareas o exámenes para otro día. Pienso poner a parir al que no lo haga. Por esa misma razón, creo que deberían permitirnos ir a la huelga (a las de zumba) y no cobrarnos el día.

5) ¿Qué hago? ¿Se lo propongo a las chicas? ¿Se lo comento primero a la chica de recepción a ver si nos descontará el día? Por otro lado ¿seré capaz de estar un día que toca zumba sin hacer zumba? Después de la gripe no está la cosa como para perder más clases. Pues eso, una paradoja. Finalmente pago en recepción y no digo nada. De momento. No tengo muy claro cómo actuar, y pido sugerencias a mis lectores. Esperaré un par de días y ya veré lo que hago. Espero esas sugerencias, lector de estos relatos. Demuestra que te preocupas por esta practicante amateur y contadora de relatos del zumba.

6) Prometí una anécdota hace dos apartados. Aquí va. El martes, a la hora de zumba, como estaba en cama con la gripe, exigí a mi hijo y a mi chica que se dirigieran a mí en femenino. No me gusta que se dirijan a mí en masculino en la hora de zumba. Sería como una especie de ingratitud a mi monitora.

7) Entro en la sala y todas me miran con caras de compasión, esperanza y alegría. Sé lo que están pensando y lo confirman. Me hablan y me rodean. Me siento como el protagonista ese que se marea en un juego de corros.

-¡Pensábamos que ya no venías más! –oigo a la izquierda y giro.

-¡Creíamos que te habías cansado! –oigo a la derecha y vuelvo a girar.

-¡Qué alegría de que vuelvas! –oigo detrás y sigo girando.

-Ha sido la gripe –respondo vagamente porque la emoción me impide pronunciar frases más largas sin llorar.

La monitora toma el mando y empezamos. Lo agradezco, porque con tanta gente alrededor estaba a punto de caer fulminado del mareo.

-¡Vamos, chicas!

8) Me doy cuenta de una cosa. La gripe está siendo despiadada incluso a largo plazo. No puedo casi moverme. Estoy tan torpe como en la segunda o tercera semana. No llego a los niveles de la señora del vídeo, pero lo cierto es que no tengo fuerzas. A la segunda canción me tiro al suelo a por la botella de agua. Ellas siguen, aunque me vigilan disimuladamente. Noto que todos los ojos se preocupan por un bailador agripado con una masa muscular penosa. Sus miradas me ponen tan nervioso que se me baja la tensión. Cierro los ojos y me concentro. Me concentro en mí, en mi estilizada figura.

9) Allí mismo, en el suelo, noto algo raro. Algo que no suelo notar. Se trata de… ¡Oh, no! Me he confundido. Por culpa de la gripe hago cosas irracionales. A pesar de toda la ropa que me he comprado en una tienda de deportes llamada Decathlon, hoy, por confusión, he vuelto a ponerme la malla de mi chica. No es que tenga problema en ponerme la malla de mi chica, pero sí es cierto que con ella me pasa algo que nunca había procesado con calma y nunca lo había verbalizado, pero gracias a una amiga facebooksiana puedo explicarlo ahora. Se trata de la estrechez de la malla. Sí, lector enganchado a estos relatos. Es un pantalón tan estrecho que se me mete en la raja del culo. Y cuando más lo noto es cuando estoy sentado en el coche o en el suelo. Hago un esfuerzo sobrenatural y me pongo en pie para relajar la presión de la malla.

10) Y hablando de raja del culo. Y hablando de esas cosas tan desagradables que no deberían estar en un relato deportivo. He pedido cita con mi uróloga y la tengo para dentro de unos días. Dado que te he puesto tarea, amable lector, te voy a añadir una segunda pregunta. Recuerda que la primera pregunta era… Bueno, mejor te lo esquematizo. Estas son las dos preguntas que te hago.

a) ¿Hago la propuesta de ponernos todas en huelga el 8 de marzo?

b) ¿Crees que debo pedir permiso a mi uróloga para hacer zumba? Al traumatólogo y al cardiólogo lo tenía clarísimo, pero a la uróloga entiendo que no. Aun así, necesito opiniones.

11) Bailo lo que puedo y como puedo. Ya no puedo más. Todavía quedan veinte minutos, pero tengo atravesado el corazón entre la carótida izquierda y el paladar superior. Hago un gesto de rendición con las manos y todas mis compañeras respiran aliviadas. No quieren que infarte allí. Espero respetuosamente a que acabe la sesión y me marcho. Creo que las chicas ahora tienen clara una cosa. Yo no dejo el zumba. Si no voy, es por la gripe o por cualquier otra causa mayor. Lo que sí puedo dejar son los relatos… O no.

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