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Hoy en Zumba... Capítulo 15

1) Aparco en la ciudad deportiva con una serie de cosas machacando mi cabeza. Ayer, en la cafetería de la facultad donde trabajo, dos exalumnas muy observadoras notaron mi tristeza. Ellas sabían a qué se debía, y por eso me preguntaron por mis clases de zumba. Les dije que los lunes no había zumba. Ese era el motivo de mi tristeza. Sin embargo, yo soy una persona que no se hunde y se repone a las adversidades. Sobre todo si recibo inspiración. Ayer, durante la mañana, recibí inspiración. Vi un profesor caminando a ciento ochenta kilómetros por hora por los pasillos de la facultad, lo cual disparó mi adrenalina y compensó mi tristeza. Pues bien, la imagen de un profesor tan energético junto a la preocupación de mis dos exalumnas, me proporcionaron tal chute de adrenalina que después de comer cogí el vídeo pirata y lo puse cuatro veces mientras ensayaba. ¡Cuatro sesiones de ensayo! Acabé con el escalope y la ensalada de habichuelas en la mismísima garganta. Y las lentejas también.

2) Eso fue ayer. Esta mañana ocurrió algo fuera de la normal y que también me machaca la cabeza. En la entrada de la farmacia me encuentro con una conocida y nos saludamos. Fuimos hacia la máquina de los turnos. Es una situación embarazosa llegar con alguien conocido a la máquina de los turnos. Ella me dijo que cogiera número. Yo le dije que ella primero. No pareció estar de acuerdo e insistió tanto que cogí el 49 y ella el 50. Como decía, ocurrió algo fuera de lo normal. Pues bien, resulta que yo no tenía ni idea de qué conocía a esa señora. Total, que cuando me alejo en el coche con mi Redoxon Complex, me vino la iluminación. ¡Era una de mis compis de zumba! Fuera de la clase y con una ropa que no es de deportes ni de Decathlon, no la reconocí. Me sentí tonto por no haberle dado conversación en la farmacia. Una compañera de zumba es alguien importante en tu vida, sobre todo cuando el resto de la humanidad te es indiferente. Bueno, aunque no al mismo nivel que las compañeras de zumba, también son importantes en mi vida mi chica, mi hijo, mis exalumnos, los cavernícolas, los lectores de estos relatos y los lectores de mis novelas.

Por cierto, si te estás preguntando por qué tomo Redoxon Complex, la respuesta es obvia. Estoy muy débil. Doblemente débil. Por un lado, la gripe me ha dejado más débil que una sesión de zumba. Por otro lado, el precio del Redoxon Complex acojona tanto que también debilita. Si compras Redoxon Complex y el sablazo te debilita, querido lector, tómate las pastillas del tubo para recuperarte.

3) Bajo del coche. Hay un merodeador con un perro en la zona ajardinada exterior de la ciudad deportiva. El perro echa una cagada y su dueño, el muy guarro, no la recoge. Me jode que dañen el entorno de la ciudad deportiva, porque yo pago para hacer zumba y quiero las instalaciones limpias y olorosas. El merodeador no deja de espiar la sala de cardio. Allí hay dos musculitos, un jubilado, dos chicas y un joven canijo. El merodeador tiene pinta de voyeur salido. No sé si al merodeador le ponen los jóvenes musculosos, los canijos, las chicas o los jubilados. O igual le ponen todos.

4) Entro. La chica de recepción me felicita por seguir en zumba. Siempre suele preguntarme si estoy contento. Son tantas las veces que le he dicho que sí, que ya me está empezando a parecer una chica dispersa que pregunta y no escucha las respuestas. O igual, simplemente, quiere darme conversación. Podría ser una merodeadora.

5) Atravieso el torno. De repente noto algo extraño. Es… Es un olor… ¡Es un olor! Sí, es un olor a pedos. Un fortísimo y profundo olor a pedos que se me cuela por nariz y boca hasta enredarse en el esófago. Me da tal arcada que tengo más ganas de vomitar que ayer cuando hice los cuatro ensayos seguidos de zumba después de comer.

Miro a izquierda y derecha. Adelante y atrás. Hay mucha gente. Cualquiera puede ser responsable de los pedos. Me da rabia no poder ponerle cara a la guarra o al guarro. Ya no solo el perrito del merodeador se caga por fuera, sino que alguien ha venido a la ciudad deportiva a perfumarnos con su mierda. Necesito una estrategia para adivinar quién es. Me cabreo cada vez más y pongo cara de loco. Observo a una señora colorada. Está resoplando, pero no tiene cara de sospechosa. Una cara colorada es una cara sospechosa solo si está entrando en la ciudad deportiva, pero si está saliendo no. En la ciudad deportiva se hace mucho esfuerzo físico. Un señor moreno de mediana edad, con una masa muscular rigurosa, me mira con desconfianza. ¡Debe creer que soy yo el responsable del pedo apestoso! Una mujer también me mira y me pongo muy colorado. ¿Por qué me miran a mí? Luego razono. En la ciudad deportiva todo el mundo se mira. La mujer no me ha mirado con desconfianza, pero el hombre de la masa muscular rigurosa sí. El problema es que me he puesto colorado, y ahora eso me convierte en sospechoso. ¡Huele a pedos, estoy entrando y estoy colorado! Para disimular, abro la mochila, saco el móvil y hago como si estuviera trasteando.

6) Llego al banco exterior de la sala de zumba.

-Qué mal olor, ¿verdad? –me apunta una compañera.

-Sí, creo que ha sido un señor con una masa muscular rigurosa, pero el jodido disimula muy bien.

-¡Ja, ja, ja! No, son los baños. Hay un problema de desagüe.

-Pues deberían descontarnos algo de la mensualidad por causarnos problemas respiratorios.

-¡Ja, ja, ja!

7) -Chicas, ¿entramos? –grita la monitora.

Entro. En la sala de zumba no huele a pedos. La sala de zumba es una sauna. Me quedo en manga corta y empiezo a remenearme toda con la música. Trato de evadirme, pero necesito concentrarme en los pasos de mis compañeras. Sé que llegará el día en que haga los ejercicios de manera mecánica, pero ese día no está próximo ni mucho menos. Eso me preocupa. Conseguir el título de “Monitora de Zumba Nivel 1” antes de septiembre no va a resultar fácil. Necesito ese título para mis actividades de E.3.1. Durante toda la sesión intento mejorar. Es complicado, pero pienso esforzarme cada día. Excepto el jueves.

8) Al final de la clase me atrevo a hacer la pregunta en alto.

-¿El jueves hay zumba?

Todas me miran desconcertadas.

-¿El jueves? –pregunta una.

-¿Qué pasa el jueves, Carlos? –interviene la monitora.

-Pues… Es la huelga nuestra… La huelga de mujeres.

-¿Tú te quieres poner en huelga? –pregunta con sorna la monitora.

-Yo sí, pero bueno… Depende… ¿Tú no?

-Es que con lo poco que me pagan, como falte un día les voy a deber dinero.

-¡Ja, ja, ja! –se ríen las chicas.

9) Salgo con unos sinsabores que me hielan la sangre. Al parecer, soy la única dispuesta a ponerse en huelga. La única activista. Estoy en una ciudad deportiva repleta de chicas sin dignidad, chicas que no luchan, chicas que quieren cobrar un sueldo inferior al de los hombres. La monitora ha dado a entender que cobra menos que los hombres, pero si se pone en huelga va a cobrar todavía menos. Su argumento me parece contradictorio, pero aplastante. A mí, al menos, la universidad donde trabajo no me va a descontar el jueves si voy a la huelga.

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