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Hoy en Zumba... Capítulo 17

1) Me siento tan feliz que llevo toda la tarde cantando “Mi barba tiene tres pelos”, de Gaby, Fofó y Miliki. Hoy es el día de la madre. Aparco en una zona de tierra porque no hay más sitios, pero no importa. Me bajo del coche y sonrío tanto al admirar la ciudad deportiva que me cuesta concentrarme en la canción de los payasos de la tele. Pero no por ello dejo de cantar.

-Mi baarba tiene tres chiuuuuuuuuuuuuuuuu, tres chiuuuuuuuuuuuuu tiene mi barbaaaa.

2) A aquellos de ustedes que no tengan problemas de concentración, no les habrá pasado desapercibido un detalle. Se trata de la segunda frase de este relato. “Hoy es el día de la madre”. Seguro que al leerla, pedazo de lector implacable con los detalles, te habrás sentido inquieto. Te habrás desorientado y habrás hecho un tremendo esfuerzo mental para ubicar la fecha de hoy en el calendario hasta certificar que estamos en marzo. En marzo no es el Día de la Madre. Entonces ¿qué es lo que te descoloca? Fácil, lector arrogante que no me perdonas ni una. Yo no he escrito en mayúscula, no he puesto “Día de la Madre”. Yo me refiero a otro tipo de madre. En concreto me refiero a que hoy es la madre de todos los orgasmos. Se trata de la prueba de esfuerzo.

3) Esta misma tarde me han dado el CAZ definitivo. Y no es que tenga el comprobante de que he pagado las tasas, no. Tengo el título oficial. No es como otros títulos oficiales, que tardan en dártelos unos dos años. El CAZ lo emiten en tiempo récord. Ha sido un día muy movido. Por la mañana… Un momento. Tengo que hacer una aclaración. Si bien confío en que mis lectores son gente culta y sabia, por si acaso se haya colado algún analfabeto aclaro que las siglas CAZ significan Certificado de Aptitud para Zumba. Bien, como decía, por la mañana superé con nota la jodida prueba de esfuerzo. Luego fui al cardiólogo y me dio su visto bueno. Era el único que faltaba. Con él me han sellado el certificado. Por eso estoy tan contento. Por eso llego cantando.

-Si nooo tuviera tres cua-cua, ya no sería una chiuuuuuuuuuuuuuuu.

4) Por fuera de la sala hay tres compañeras. Me ven y se quedan en estado de shock. No entienden por qué estoy cantando esa canción de Gaby, Fofó y Miliki. Si supieran que la llevo cantando toda la tarde igual pensarían que estoy trastornado.

-Hoy vienes contento –se atreve a decir una mujer.

-Sí. Tengo el CAZ.

Me miran con caras muy raras. Soy incapaz de entender su extraña actitud gestual. ¿Por qué me miran así, como si yo fuera una mitocondria, en vez de ponerse contentas? Trato de hacer un esfuerzo para descifrar esa actitud. Se me ocurre una posibilidad y solo una. Sí, tiene que ser eso. Es lo único que puede explicarlo. Mis compañeras de zumba son analfabetas. Creo que no saben lo que es el CAZ a pesar de que tener uno. Si no tuvieran un CAZ no podrían hacer zumba.

-Me refiero a que puedo hacer zumba sin problema. Mi cardiólogo me ha dado permiso –aclaro.

-¡Ah! Qué bien, ¿tienes problemas de corazón? –me responde otra con voz de alarma.

Ahora soy yo el que la miro como si fuera una mitocondria. Les acabo de explicar que mi cardiólogo me ha dado el visto bueno y esta señora es incapaz de entender que eso significa lo contrario a su pregunta. Significa que no tengo problemas de corazón.

-Pues… Creo que no. Al menos puedo hacer zumba.

-Vale, tú vete con cuidado por si acaso –insiste.

5) La monitora termina la sesión anterior y se reúne con nosotras. Tiene mala cara. Tal vez anoche no haya dormido bien. Parece cansada. Se me ocurre recomendarle que se haga una prueba de esfuerzo. Las pruebas de esfuerzo son para alumnas de zumba, pero igual deberían extenderse a las monitoras. Decido no comentarle nada sobre el CAZ para no contraponer mi alegría a su cansancio. No soy una persona cruel.

6) Entramos. Comienza una de mis canciones favoritas. No es ni “zum, zum, zum, zum” ni “tutí-tubí, tubí-tubá”. Por cierto, todavía no tengo detectadas estas dos canciones. Lo he intentado con algunos programas online, pero no lo he logrado. Ya buscaré la forma con el móvil. Esa canción favorita que suena, con la que empezamos casi siempre, se llama “Qué me has hecho”. Es una canción de un cantante latino que se llama Chayanne. Si quieres saber quién es ese cantante latino que se llama Chayanne puedes buscarlo en Wikipedia. Yo lo he buscado.

7) Me vengo arriba y presumo de mis pasos tan avanzados. No escatimo en poner el corazón a mil revoluciones, pues ahora estoy avalado por una prueba física. Me atrevo a tararear.

-Tuve que escalar… todo el Nevado del Ruiz… Saltar las murallas… de Cartagenaaa.

8) Cambiamos a otras canciones. Hoy la monitora está compensando con canciones que conozco. Hoy todo es alegría.

¡¡¡CATAPÚM!!!

¿Qué demonios ha sido eso? Todas nos paramos. El estruendo es a mi izquierda. Algunas chicas se dirigen hacia allí. La monitora se va hacia el ordenador para detener la música. Me fijo bien. ¡Es Compi Zumbi! ¡Compi Zumbi se ha caído al suelo en medio del baile! ¡Como Juan Gabriel! El ambiente se hace irrespirable. Las caras de preocupación se multiplican. Yo tengo ganas de reírme porque siempre me ha parecido que las caídas tienen algo cómico. Sobre todo cuando se cae alguien que está bailando. Como Juan Gabriel. Aguanto tanto la risa que mis ojos empiezan a lagrimear. Me fijo bien. Compi Zumbi respira. No es nada grave.

-¡Ay! ¡Vaya leche que me he pegado! –se queja mientras se levanta.

-¿Estás bien? –le preguntan las chicas. Yo me acerco, pero soy incapaz de hablar sin reírme.

-Sí, pero no puedo seguir.

Compi Zumbi se dirige a sus cosas. Recoge y se marcha en medio de la congoja general. Se despide. Le decimos adiós y le deseamos que se mejore con paracetamol. Me acuerdo de algo muy casual. Precisamente el lunes un profesor de Turismo estuvo dando una clase de Juan Gabriel mientras yo espiaba el aula. Bueno, de Juan Gabriel y de Aznar. He de advertir a aquellos que no lo sepan que yo espío las aulas en la universidad. Luego hago microrrelatos titulados “Espiando las aulas”.

9) Termina la clase. Me siento incómodo por no haber podido aguantar la risa. Pero es algo que me supera, no puedo evitarlo. El reírme no quiere decir que me alegre. Jamás me alegraría por una caída de una compañera de zumba. Jamás.

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