top of page

Hoy en Zumba... Capítulo 19

1) Me bajo del coche y me dirijo hacia la entrada. Algo no va bien. Me siento más cansado que en otras ocasiones. Bueno, no es cansancio. Es… No sé, algo no va bien. Intento poner toda mi concentración en mis sensaciones para poder relatar a mis lectores qué es lo que no va bien. Con mucho esfuerzo logro encontrar la explicación. Es el peso de mi minimochila. Tengo una minimochila que me compré en Decathlon. Esa minimochila tiene dos compartimentos. En el más grande siempre llevo una toalla, una botella de agua, el estuche de las gafas y una braga de cuello. En el pequeño llevo la tarjeta para poder cruzar el torno, las llaves de casa, el mando del coche, el móvil y la cartera. Pero hoy he añadido un extra. He metido en la minimochila varias de mis tarjetas promocionales. Los escritores pijos las llaman flyers, pero yo no. Yo no soy un escritor pijo.

2) Antes de entrar, a través de los enormes ventanales de la ciudad deportiva, observo a la gente de la sala de cardio. Hay cuatro señores subidos en la cinta esa igual a donde yo me subí para la prueba de esfuerzo. Observo detenidamente sus rostros. Deplorables. Luego me centro su estado físico. Es lamentable. No lo entiendo. Parecen cadáveres resucitados penando como zombis a punto de morir otra vez. Me miro a mí con dificultad en la propia cristalera de la puerta de entrada. Mi estado no es penoso. Sonrío. Yo tengo el certificado para practicar deportes de alto riesgo. Estos tipejos vomitivos seguro que no lo tienen. Cuando hice mi prueba de esfuerzo aguanté en la cinta con dignidad, no con esas pintas ruinosas de estos lugareños. Contengo como puedo las arcadas. Estos despojos fracasados no deberían estar a la vista. Son el hazmerreír de la ciudad deportiva. Sin embargo, la propia ciudad deportiva les permite estar en el escaparate, donde cualquier turista o amante del zumba puede verlos. Hay cosas difíciles de entender.

3) Entro y gruño a la chica de recepción. La chica de recepción sabe lo que tiene en la sala de cardio, pero no hace nada para evitarlo. Además, es la chica nueva, así que no tengo reparos en gruñirle. La otra es más melosa y jamás le gruñiría.

4) Llego a la sala y mi cerebro hace la transformación automática. Dentro de la sala está la monitora y siete chicas. Me acerco y me uno a la conversación. Sonrío mientras espero el momento para atacar. Sí, amables lectores de los relatos titulados “HOY EN ZUMBA…”. Lo de atacar es un término amplio que hace referencia a mis instintos promocionales primarios. Hacía tiempo que los tenía escondidos, pero hoy toca.

NOTA IMPORTANTE: Si alguien no ha entendido la primera frase de este punto “4”, o sea, lo de la transformación automática que hace mi cerebro, me refiero a que cada vez que entro en zumba experimento una sensación sanguíneo-fantástica en la que paso de ser chico a ser chica. FIN DE LA NOTA IMPORTANTE.

5) Es mi turno. Ahora sí que sí. Tengo que hablar antes de que se haga la hora de empezar.

-Por cierto, hoy traje tarjetitas para promocionarme.

Les explico que soy escritor. No se lo esperaban. Algunas cogen la tarjeta pero no lo entienden. Creen que soy vendedor de libros. Poco a poco lo van pillando. Son novelas escritas por mí, por su compi de zumba.

OTRA NOTA IMPORTANTE: Habrás observado que les explico que soy “escritor”. No utilizo el femenino, no les digo que soy “escritora”. Si lo hiciera las dispersaría y bromearían, y lo que quiero ahora es que se centren en el mensaje. FIN DE OTRA NOTA IMPORTANTE.

Las chicas exponen todo tipo de observaciones.

-¿Este eres tú?

-No, ¿cómo va a ser él?

-Sí, lleva sombrero.

En el anverso de las tarjetas hay una foto mía en la Feria del Libro. Llego una gorra para protegerme del sol. En los mensajes de este relato pondré dicha foto para que lo entiendas.

-¿Todos estos son tus libros?

-Pero… ¿De verdad los escribiste tú?

-¿Cómo se te ocurrieron? ¿De dónde sacas las ideas?

En el reverso de las tarjetas hay una foto con las portadas de mis libros. En los mensajes de este relato pondré dicha foto para que lo entiendas.

-¿De qué tratan tus libros?

-¿Qué son los palíndromos?

Tras explicarles qué son los palíndromos, les cuento la sinopsis de mi primera novela, el bestseller “Los privilegiados del azar”, que seguramente no es el mejor pero su sinopsis sí que es las más atractiva. Se quedan embobadas.

-¡Lo quiero!

-¡Yo también!

-¡Quiero uno!

-¿Cuándo lo traes?

-Pero me pondrás una firma, ¿no?

Les prometo aplicarles un descuento de campeonato. Yo mato por mis compis de zumba. Yo aplico descuentos de campeonato a mis compis de zumba. Me han encargado cinco o seis libros para el próximo día. Me pongo tan contenta que mis pies están haciendo zumba antes de comenzar.

6) La monitora trastea el ordenador para comenzar. Se le ve poderosa. En contraposición a mi felicidad tras el reparto de tarjetas, de repente me entra una envidia cochina tan grande que se me frunce el entrecejo. Soy una persona de fácil entrecejo fruncido. La envidia se debe a que me gustaría ser monitora de zumba. Me gustaría ser yo quien trasteara el ordenador. Me gustaría ser yo quien pusiera la canción de Chayanne. Me gustaría saltar las murallas de Cartagena. Me gustaría ser una loca que disfruta enseñando zumba. Pero aún no tengo el título de monitora de zumba. Necesito ese título ya. ¡Cuánto la envidio!

7) Poco a poco me voy calmando. Bailamos, disfrutamos y me siento diosa. Estoy feliz. Es la primera vez en la vida que me siento escritora. Es una sensación extraña, pero enseguida mi lado femenino engulle esa sensación y la normaliza. Mi lado femenino siempre se me agudiza cuando entro en zumba y desaparece cuando me voy.

8) Termina la clase y salgo sin mirar hacia la sala de cardio. No quiero llegar a casa y ponerme a vomitar.

Posts destacados
Posts recientes
Búsqueda por etiquetas
Síguenos
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
bottom of page