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Hoy en Zumba... Capítulo 6

1) Entro en la ciudad deportiva estrenando la ropa que me compré el martes en Decathlon. Decathlon es una tienda de deportes que se llama Decathlon, aunque eso ya lo expliqué en el relato anterior. Estoy feliz. Atravieso el torno.

2) Una señora viene por el pasillo con el traje típico. Sí, atónito lector, sí. No me he equivocado de relato. Esto no es “Hoy en la Romería…”, pero esta señora, a pesar de que la ciudad deportiva es una auténtica sauna y casi tienes que desnudarte desde que entras, viene con la ropa de maga. Tiene cara de sofoco. Trae un timplillo en la mano, pero no lo está tocando. Se dirige con paso decidido hacia la salida. Igual tiene prisa. Igual la han llamado para grabar algún programa de Tenderete.

3) Intento entrar en la sala de zumba. Una señora de la sesión anterior intenta salir. Nada, que nos entorpecemos el paso mutuamente. La señora sonríe y yo también. Yo me considero un ciudadano ejemplar y modélico, un ciudadano que cada vez que se ve en una situación embarazosa sonríe. Tropezar con una señora en una entrada estrecha es una situación embarazosa. Por eso sonrío. Me viene a la cabeza una cosa. Cuando llegue a casa y escriba el relato, tengo que narrar bien este incidente de la entrada. Pues nada, la señora da un paso a la izquierda para dejarme pasar. Simultáneamente, yo doy un paso a la derecha. Nos vemos de nuevo frente a frente. La situación pasa de embarazosa a incómoda. Ella da un paso a la derecha y yo a la izquierda; los dos a la vez. ¡Otra vez nos estamos bloqueando el acceso! ¡Es como una pesadilla!

INCISO PARA EL LECTOR MÁS TORPE: Si alguien que está frente a ti da un paso a la izquierda (a SU izquierda) y tú lo das a la derecha (a TU derecha), los dos estáis dando el paso hacia el mismo lado. FIN DEL INCISO PARA EL LECTOR MÁS TORPE.

4) Noto un murmullo a mi espalda. Giro la cabeza. ¡Se ha formado una cola para entrar! Veo que también hay otra cola para salir. Me cabreo con la señora que quiere salir, aunque lo disimulo. Me echo hacia atrás dejándole todo el hueco para que salga, pero ella hace lo mismo. Yo suelo ser muy bueno en estas batallas psicológicas. El truco consiste en no dar tu brazo a torcer. Pero hoy me están pagando con la misma moneda. Con disimulo, palpo en la mochila y pongo cara de preocupación, como si me hubiera dejado algo en el coche. Abro la cremallera y me alejo lentamente hacia atrás. Cuando llego al final de la cola, extraigo unas llaves y pongo cara de felicidad, como si hubiera encontrado lo que creía haber perdido.

5) Levanto la vista. La señora que quería salir ya lo ha hecho y pasa a mi lado, toda colorada, evitando mirarme. No sé si está colorada por la situación incómoda, por el esfuerzo físico del zumba o si, simplemente, es una Señora Colorada. En Mercadona hay una Señora Colorada que suele ir a comprar los miércoles. Igual aquí hay otra Señora Colorada.

6) En el momento de atravesar la entrada, miro hacia atrás, hacia los tornos, porque se ha armado un jaleo. ¡La Señora Colorada se ha quedado atascada en los tornos! La Chica de Recepción acude en su ayuda. Los colores de la Señora Colorada ahora son más intensos. Se podría encender una cerilla en su cara sin tener que rasparla, solo por aproximación.

7) ¡Zumba, que zumba! ¡Zumba, que zumba! ¡Yeaaaahhhhh! Me siento Dios, cada vez estoy más contento con estas clases a pesar de mi torpeza.

8) Suelto la mochila y la ropa en una esquina. Miro alrededor. ¡Hoy hay más gente que nunca! Empieza la clase, pero los espacios entre nosotros son muy reducidos.

9) Estirar los brazos mientras bailas se me hace imposible, a menos que te arriesgues a darle una cachetada a alguna de las mujeres que tienes al lado. No me gusta darle una cachetada a una de las mujeres que tengo al lado. Soy un ciudadano íntegro, como ya he explicado, y una cachetada fortuita podría malinterpretarse.

10) En zumba siempre hay dos filas de personas, pero yo mismo construyo una tercera fila para mí solo. Me pongo solo unos centímetros más atrás de todas ellas para intentar abrir los brazos sin chocar con otros brazos. Me doy cuenta de que al llevar los brazos hacia delante es complicado esquivar a las de la segunda fila, pero lo hago como puedo. Me planteo presentar una reclamación para que me cobren menos en las próximas mensualidades por estar en la tercera fila.

11) Compi-Zumbi está en una esquina. Como siempre. Lo bueno de las esquinas es que la probabilidad de que tus brazos choquen con otros brazos se reduce a la mitad, o sea, a una sola víctima.

12) Suena la melodía que más me gusta. No es que me guste la melodía, sino los pasos que hay que dar. Son los más básicos y lentos, aptos para torpes. Me vengo arriba y muevo los pies con violencia, gustándome. Luego me doy cuenta de que les llevo unos siete u ocho movimientos de ventaja a la monitora y a las otras chicas. Tengo que ralentizar. En zumba no debes destacar tanto. Te verían como la presumida del grupo. Y yo no quiero ser la presumida del grupo, no quiero ser aquella que hace los pasos mucho más rápido que nadie, aquella que termina de bailar dos minutos antes de que acabe la canción. Me paro, hago una pequeña pausa y me reincorporo cuando las demás llegan a mi altura. Me siento benévolo y una gran compañera.

ACLARACIÓN NECESARIA PARA LECTORES RECIÉN INCORPORADOS: Si te choca que hable algunas cosas en femenino, lee los relatos anteriores. FIN DE LA ACLARACIÓN NECESARIA PARA LECTORES RECIÉN INCORPORADOS.

13) La monitora pone una nueva canción, una nueva coreografía. ¡Nueva para todas! Esta es la mía. Aquí estoy en igualdad de condiciones con las demás. ¡Puedo demostrar mis aptitudes para danzar y remenearme en el mismo nivel de torpeza que el resto! Empezamos.

- Pero… ¿qué…?

¡No puede ser! ¡Todas las mujeres de edades variadas siguen el ritmo y los pasos de la monitora prácticamente sin equivocarse! ¡TODAS! Menos yo y Compi-Zumbi, claro. ¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁ EL TRUCO?

Nada. No entiendo. Tiene que ser que esto del zumba va de secuencias que se repiten en varias canciones. Y de intuición. Mucha intuición. Me siento perdido. Más que el primer día. Soy el reverendísimo torpe entre los torpes.

14) Acaba la clase. Mientras salimos, dos mujeres están hablando de la folclórica.

- ¡Jajajajaja! Pues yo pensaba que hoy nos iban a poner isas y folías para hacer zumba.

- ¡Jajajaajaja! ¡Iba con su timple y todo!

- Me voy antes de que me cierre Mercadona.

15) Salgo de la ciudad deportiva.En la zona exterior hay tres hombres haciendo ejercicios de estiramiento. Debe tratarse de gente que no puede pagar la cuota y no los dejan entrar. Me siento VIP. Yo sí puedo pagar la cuota porque la Universidad de La Laguna me paga un sueldo por dar clases en E.3.1 y tomar café.

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